jueves, 10 de enero de 2013

Las lágrimas de las princesas


Es curioso que dos personas que nada tienen que ver entre sí te manden en un plazo relativamente corto de tiempo el mismo mensaje. O no, tal vez las redes sociales pulverizado la teoría de los seis grados y whatsapp ha puesto vías de alta velocidad a la propagación determinados mantras.

El texto viene a decir “Tú eres una princesa, y las princesas no lloran por nada. Así que cuando tu corazón esté triste, no lo demuestres, sigue adelante; cuando sientas que te caíste no te quedes allí, levántate y sigue. QUIÉRETE, VALÓRATE, ÁMATE, QUE TÚ VALES ORO, así que cuando te digan ‘no eres lo que necesito’ dile: No, porque soy MÁS de lo que tú buscabas.”

Voy a decir que más o menos acepto el mensaje a partir del punto y coma y con matices… Pero reniego con todas mis fuerzas de las dos afirmaciones contenidas en la primera frase.

Primera refutación: Yo NO soy una princesa. Obviamente no hablamos de linaje, hablamos de esa imagen mental de las princesas que tan flaco favor nos ha hecho a las mujeres y por la cual el genio Walt Disney tendrá que responder el día del Juicio si no lo está purgando ya.

Segunda refutación: Llorar es sanísimo. Cuando el corazón está más oprimido de lo que puede soportar, o tan lleno que corre peligro de reventar, necesita una vía de escape. Las lágrimas que no se derraman se van cristalizando. Y se pegan creando una peligrosa coraza. Porque parece dura pero no lo es. Y cuando se rompe (porque llega el momento en que se rompe)… todos sabemos lo que pasa cuando un cristal se rompe, ¿verdad?
Mérida, protagonista de Brave,
la última película de Disney-Pixar


Así que no. No soy una princesa. En este mundo cada vez hay menos margen para princesas impecables que esperan dormidas el beso de amor de su príncipe azul que las salve y las haga vivir felices para siempre. Y si no, que se lo digan a los sucesores del antes mencionado, que han tenido que cambiar "un poquito" el modelo de mujer que venden a las niñas de hoy.



Soy una mujer. De carne y hueso, que vive en este mundo y no en un cuento. Y estoy viva. Yo sé que estoy viva porque siento. Cuando toca disfrutar, disfruto. Cuando toca sufrir, no soy capaz de pasar de puntillas. La energía es un recurso limitado, y hay que dedicarla a sacar lo mejor de cada una de esas situaciones. A veces hace falta más que energía para eso. Y a aprender. Si la empleamos en disimular por no darle a otra persona la “satisfacción” de vernos mal, nos estamos equivocando. Orgullo inocuo y mal entendido.

Así que cuando mi corazón está triste, lloro. Cuando está feliz, sonrío. Cuando ama, lo demuestro. Y le digo lo que siento a quien tengo que decírselo… sea para bien o para mal. Que por mi parte no quede. 

Porque una persona no deja de quererse por mostrar lo que siente. ¡Todo lo contrario! En realidad es una muestra de mayor valor. Mayor, y más auténtico. 

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