sábado, 20 de abril de 2013

El puente



¿Os habéis fijado en cómo está el paisaje? Hay vistas que quitan la respiración. Durante el invierno ha hecho tanto frío, ha llovido tanto, que ahora que llegó la primavera y ha salido el sol las plantas están radiantemente verdes, el cielo azul, y eso contrasta de una forma bellísima con los rastros de nieve que quedan en las cumbres.

Cuando veo esos colores y siento el calor de la luz del sol en la piel me siento optimista. No es para menos.

Nunca un invierno fue eterno... Al principio pensé que la vida, sencillamente, se había cansado de darme palos. Que ya estaba bien, que simplemente se había aburrido.

Pero la vida, que es mucho más sabia que yo, tenía otro propósito. Los palos seguían cayendo implacables, uno detrás de otro. Al final se van amontonando, y empiezas a pensar qué puedes hacer con ellos. Puedes usarlos para seguir golpeándote a ti misma, a ver si duele igual (o más, o menos...) O para golpear a otros. Seguro que alguien los está manejando ahí fuera, aunque no se vea la mano. 

Pero ya que caen y apenas puedes defenderte, a medida que vas cogiendo resistencia, intentas pensar en hacer algo útil con ellos. Como por ejemplo, una construir una cabaña. Parece buena idea, eso puede protegerte. O una escalera… pero vaya… hace falta algún sitio donde apoyarla.

Yo hice otra cosa. Casi casi sin darme cuenta, empecé a CONSTRUIR UN PUENTEPoco a poco, fui poniendo un palo junto a otro. Unos aquí, otros allí. Los más gordos servían como pilares. Alguno atravesado… eché mano también de algunos materiales que tenía guardados. 

Un día la vida dejó de darme palos. Ella sola decidió que yo ya no necesitaba más, que mi puente estaba construido, era suficientemente largo. Así que me decidí a cruzarlo, había empezado mi viaje.

Hace un par de meses llegué al otro lado. Resulta que descubrí un lugar maravilloso, con colores que brillaban a la luz del sol ¿o eran mis ojos los que apreciaban mejor esa intensidad?. Cuando miro los paisajes que nos alegran los ojos esta primavera no tengo clara la diferencia. Sin duda, un paisaje inesperado... de los que se disfrutan mucho más. 

Además, ¡en ese lugar suena la música! Y quien tiene alma de bailarina acaba volviendo a bailar, no importa cuánto le hayan pisado los pies antes.

No hace falta que explicite la moraleja, ¿verdad? Sólo queda dar las gracias por los materiales para el puente.