viernes, 14 de junio de 2013

En casa

Dicen que el roce hace el cariño y que con el tiempo te acostumbras a todo. No creo que sea cierto. Hay lugares en los que, no importa cuántos años permanezcas, siempre te sientes de paso. Hay personas con las que las circunstancias te obligan a convivir y con las que nunca se llega a conectar.

Afortunadamente, en algunas ocasiones, también sucede lo contrario. Espacios y personas que te acogen, que te hacen sentir libre (rotundamente tú, que diría Vega). Aunque apenas acabes de aterrizar, te hacen sentir en casa.

Yo, que siempre rasco en las causas de todo, me pregunto por qué. Y llego a una primera conclusión: depende de nosotros mismos (posiblemente una parte importante). Porque ya se sabe, no vemos el mundo como es, lo vemos como somos. Y más concretamente, lo vemos como estamos

Pero no me cabe ninguna duda de que otra parte, no sé si igual o más importante que la anterior depende de lo sale de nuestro control, lo que no podemos modificar. Y es que ese lugar, esa persona… sean adecuados para nosotros en este preciso momento.

Sucede en las relaciones personales, en los trabajos… hay cosas que están hechas para uno, y otras, simplemente, NO. Podemos empeñarnos en un principio. Intentar adaptarnos, echar a un lado lo que no nos encaja… Al final, pan para hoy y hambre para mañana.

En un vídeo fantástico sobre la felicidad en el trabajo se plantea una pregunta que deberíamos hacernos cada día de nuestra vida:

¿Puedes ser tú mismo en el trabajo?
Si la respuesta es NO,
cambia de empresa,
tarde o temprano te quemarás.

Si la respuesta es SÍ
demuestra tus emociones, positivas o negativas
transmite tus opiniones, positivas o negativas…

¿Sólo aplicable al trabajo? Mmmm… No, desde luego que no.

Y ya que me pregunto por qué... es inevitable preguntarse cómo. ¿Cómo damos con esa persona, con ese lugar, con ese destino profesional que nos hace felices, que nos deja ser nosotros mismos. ¿Por casualidad? ¿Por suerte? Sí, por ambas. Y me explico.

¿Qué es una casualidad? No es más que la coincidencia en el tiempo y en el espacio. Esa coincidencia es efímera y puede esfumarse por no girar la cabeza, como les pasó a Anna y Otto en la Plaza Mayor de Madrid, o por borrar un correo electrónico sin leer su contenido porque el remitente no había mandado nada de interés antes.

¿Y qué es la suerte? Siempre he pensado que es algo que pasa por encima de nuestras cabezas. Tiene que coincidir que tengamos los ojos abiertos, que en ese momento miremos hacia arriba, la veamos pasar y voluntariamente pongamos en marcha los mecanismos necesarios para saltar, alargar el brazo, alcanzarla y cerrar la mano para hacerla nuestra. Y es curioso… normalmente es necesario haber entrenado muy duro antes para dar ese salto y que sea lo suficientemente potente para llegar al punto necesario. Muchos saltos previos en que no había resultado, salvo el propio entrenamiento.

Ayer estuve en el segundo Inspiration Day de Womenalia. Se habló de suerte (de esa que cuando llega, te pilla trabajando), de miedos, de talento, de ilusión, de creer en un@ mism@ y en que lo que haces tenga sentido. De tener a un compañero en la vida que te ayude a llegar tan lejos como tu potencial permita. De muchos temas que de alguna manera ya se tocaron el año pasado, pero para mí fue muy diferente. 

Decía al principio que vemos la realidad como somos, o más bien como somos. En mi caso, soy la misma de hace un año. Me volví a emocionar con una madre excepcional, en este caso Teresa Perales, disfruté de la magia y me sentí identificada con los procesos personales con puntos de crisis de mujeres que me parecen todo un ejemplo. Salí inspirada, ése era el objetivo, y una semillita se ha asentado en mi cabeza. Tiemblen...


Eso ha sido posible porque no estoy igual que hace un año. Gracias a la casualidad. Gracias a la suerte. Y sobre todo, gracias a los palos que sirvieron para construir mi puente... hoy me siento en casa. LJ.