martes, 27 de noviembre de 2012

Cambia tus palabras... cambia tu mundo

Me gustaría compartir aquí un vídeo de los que tocan el corazoncito. Se trata de una campaña viral de una agencia de marketing online que habla de la importancia de las palabras. Vuelvo a sacar el tema (ya hablaba de ello en El día más importante del año), porque me ha parecido un punto de partida fantástico para hacer un ejercicio sobre el proceso de comunicación.


Historia de un letrero (The story of a sing) de Alonso Álvarez Barreda
Música de Giles Lamb.
Dirigido por Seth Gardner.
Distribuido por Purplefeather, agencia de contenidos online.


Si analizamos el antes y el después del cambio de cartel, partiendo del esquema tradicional de la comunicación... ¿qué cambia? 

Emisor, receptor, canal, código, contexto... son los mismos. Sin embargo, estudiándolos, resultan ser determinantes para plantear la intención comunicativa y la forma del mensaje, que son los elementos que se modifican conscientemente. Esto conlleva a su vez un cambio de referente (la realidad que se percibe) y así, la respuesta de los destinatarios del mensaje. 

Diciendo lo mismo, con diferentes palabras... de pronto, la comunicación está funcionando.




lunes, 19 de noviembre de 2012

De viaje


Un libro no te cambia la vida. Unas ideas acertadas puestas en papel con un poco de estilo e intención de motivar pueden actuar como un imán: al moverse con suavidad por encima de una superficie donde se encuentran desperdigadas virutas de material con carga magnética, las va recogiendo, agrupándolas, hasta que se juntan y toman forma.

Reinventarse” es uno de esos imanes. No hace falta explicar sobre lo que habla, el título lo dice todo. Lo importante es cómo lo dice. En mi caso, vino a apuntalar una decisión que ya estaba tomada. Fue un regalo de los de verdad, de los que está bien pensado por parte de quien lo hace, que llega en el momento perfecto y que dejan una profunda huella en quien lo recibe.

Creo que es interesante leerlo como en mi caso: después de una gran crisis.

La profundidad de una crisis es directamente proporcional a la altura del pico desde el que caemos.

En ocasiones la caída no es fortuita. A veces saltamos conscientemente, pero resulta ser a destiempo, sin haber medido con exactitud y nos vemos precipitados en el abismo. O pensando que tenemos la espalda protegida por un paracaídas que no llega a abrirse pese a nuestros intentos desesperados. Otras, la fuerza del viento nos coge desprevenidos, nos arrastra… y nos hace caer rodando y rodando, sin poder frenar. Golpeándonos, estrellándonos. Aunque intentemos agarrarnos a cualquier saliente que se nos ofrezca sólo conseguimos arañarnos y magullarnos más.

Hoy he oído hablar de crisis, de preguntas, de caminantes. Estaba en una jornada de homenaje a las pymes y hablaban de la crisis económica, claro. Y del papel de las pequeñas y medianas empresas, de sus actitudes para salir de ella. Uno de los ponentes, el exministro Pimentel, decía que se puede ser un zombie (que deambula sin rumbo), un turista (que aprovecha la belleza del lugar en el que está pero está más preocupado por el instante, por la foto, que por cualquier otra cosa) o un viajero. El caminante que tiene una meta, y va descubriendo y disfrutando de todo lo que descubre a cada paso que da para llegar a ella.

Entonces he pensado que era el momento perfecto para recuperar un pedacito de post que tenía a medias e integrarlo aquí.

Cuántas veces nos habremos preguntado qué haríamos si tuviéramos la oportunidad de empezar otra vez. Dicho de otra manera… “Si hoy fuese el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que voy a hacer hoy?” de Steve Jobs. O ,en palabras de Mario Alonso Puig, “¿Qué te atreverías a hacer si supieras que no puedes fallar?”

Tal vez si en aquel momento hubiese conocido el Manifiesto Holstee hubiese sido más fácil... el caso es que con toda su dificultad tomé una decisión. Y no de forma inmediata, pero sí algún tiempo después, además me di cuenta de que tenía esa oportunidad ante mí. Ese día me convertí en viajera. O tal vez ya lo era y no lo sabía... puede que para encontrar esa oportunidad fuera necesario haber dado determinados pasos antes.

Empecé a hacer la maleta sin saber muy bien hacia dónde me dirigía. Así es difícil hacer un equipaje. Es complicado elegir qué meter y qué dejar... Se acumula tanto… y todo tiene valor. Nunca tiro nada, a todo le tengo apego. Pero si el equipaje pesa demasiado el camino se hace mucho más duro. Y aprendiendo, siempre aprendiendo… he aprendido que sólo puedo con lo que puedo.

Poco a poco, las formas borrosas de ese destino que estaba tan difuso se han ido definiendo. Hoy parece una meta. Sé que cuando llegue se convertirá en un nuevo punto de partida. Lo bueno es que sé más o menos lo que va a durar el viaje. Y que al fin sé qué meter en la maleta.




NOTA FINAL. Hay días en que se disfruta especialmente del camino. Hoy, por ejemplo. Sin esperarlo he tenido una excelente compañía y, he visto a Mario Alonso Puig cerrando la jornada con su ponencia. Incluso he podido cruzar unas palabras con él. Debo decir que me gusta aún más que antes. Hay que ser muy grande para ponerse en seiza (de rodillas) en un escenario frente a unas mil personas mientras ilustras un mensaje trascendental con una anécdota de tu infancia como judoca. No sabía que sus libros estarían disponibles para la compra y él dedicaría un rato a firmar. Pero yo llevaba mi “Reinventarse” usado, subrayado, comentado… que es mi manera de dar vida a los libros que me llegan. Por si me lo cruzaba por algún pasillo... 
Ya lo tengo doblemente dedicado. 

viernes, 2 de noviembre de 2012

¿Tú qué tomas para ser feliz?


Pss… un segundo de atención. Voy a empezar este post haciendo una confesión. 

Hola, me llamo Mónica y no sé tomar decisiones. O más bien debería decir: no sé tomar decisiones a tiempo

La parte buena... que es un defecto compartido, y mal de muchos... ya se sabe.

Tomar decisiones importantes es lo más difícil del mundo. Significa escoger un camino y dejar otros atrás. Y el problema es que no tienes ni idea de dónde te van a llevar, ni el uno, ni los otros.

Los “y si…” y los “pero si” son las minas antipersona de la toma de decisiones. Atacan a la cabeza, al corazón… posiblemente la intuición sea la única que esté inmunizada contra su constante picoteo.

Y luego hay otra cuestión que nos encadena. Un buen amigo que sabe mucho más que yo de economía (no es difícil, pero él sabe) me explicó que en España no sabemos hacer negocios porque no sabemos cortar a tiempo algo que sabemos que no funciona. Es decir, que nos está produciendo un perjuicio o nos lo va a producir a corto, medio o largo plazo. Porque hemos invertido mucho: nuestro tiempo, dinero, esfuerzo… y nos negamos a aceptar que todo eso se vaya al cubo de la basura. Así que seguimos, lo prolongamos. Dijo que se llama “teoría del gasto histórico”.

La analogía con lo personal es demasiado fácil de hacer… Y digo analogía y no metáfora, porque siendo obvia la relación, el significado toma forma propia en el plano personal. Cada quién lo puede aplicar al ámbito de la vida que le tenga en una encrucijada en este momento. La teoría vale para cualquiera.

La cuestión es que estamos confundiendo el planteamiento, no sé si estaréis de acuerdo. El gasto histórico es pasado. Lo más probable es que si dejamos de emplear nuestro esfuerzo y empeño en un proyecto condenado, dispongamos de ellos para hacer cosas mucho más productivas. Lo bueno es que todo lo que hemos invertido no se va a la basura. Yo no estoy de acuerdo con Alejandro Sanz con que las dudas van al cubo de los verdes. Lo que hemos puesto es nuestro, y se recicla. Se convierte en experiencia, conocimiento, fuerza. Aprendizaje, al fin y al cabo. Que es el activo más valioso que podemos tener.

Voy a copiar algo que una amiga puso en su muro de Facebook: “La vida está para adelante, nunca para atrás. Porque si andas por la vida dejando puertas abiertas, por si acaso, nunca podrás desprenderte ni vivir lo de hoy con satisfacción. Cierra la puerta, pasa la hoja, cierra el círculo. Es salud mental” (gracias, Tatiana Belchi).

Lo puso unos días después de que yo hubiera llegado a una conclusión parecida. A veces dar un portazo te deja sorda un tiempo. Si no lo haces bien incluso puede destrozarte una mano o algo peor. Pero con el portazo puede llegar una corriente de aire que hace que se abran ventanas … y que entren luz y aire limpio para respirar.

Así que siguiendo mi lema aprendiendo, siempre aprendiendo… creo que voy a empezar a aprobar la asignatura de la vida “Tomar decisiones”. Nunca es demasiado tarde.