sábado, 14 de diciembre de 2013

Para qué

En la mayoría de las ocasiones, cuando nos preguntamos ¿por qué? La respuesta que obtenemos no tiene nada que ver con aquella de nos devuelve la cuestión ¿para qué?

Muchas veces, ¿por qué?, cuando se refiere a lo que hacemos, se responde de forma automática: porque sí, porque es así, porque siempre se ha hecho de esta manera, porque es lo que tienes que hacer, porque toca, porque lo hace todo el mundo.

Meeeeec (ruido de bocina, como el del Un, dos, tres): ERROR. Si estas son nuestras respuestas, es urgente que nos preguntemos para qué.

Porque si encandenamos varios paraqués, nos damos cuenta de que los porqués que habíamos respondido no tienen ningún sentido.

Es muy famosa la historia del hombre rico que después de una dura vida de trabajo y sacrificios personales por fin puede emplear el dinero ganado para tumbarse en una playa caribeña. A su lado, tumbado también, un lugareño pobre observa junto a él el vaivén de las olas. El hombre rico le pregunta qué hace allí tumbado, sin trabajar, y le expone su dura trayectoria, todo el trabajo, el esfuerzo, el éxito obtenido. ¿Para qué? Para estar en el mismo lugar, disfrutando del mismo sol en la cara, del mismo sonido del mar en sus oídos.






El para qué es lo que da sentido a nuestra vida. Es nuestra playa. Tener un trabajo que dé sentido a nuestra vida. Pasar tiempo con nuestros hijos o mayores. Desarrollar nuestro talento disfrutando de un hobby... las playas tienen mil y una formas. Visualizar nuestra propia playa es lo que nos ayuda a marcar los objetivos, los plazos y la inversión necesaria para conseguirlos. En términos de tiempo, de dinero, de elecciones difíciles que es necesario realizar.

Últimamente mis porqués y mis paraqués andan un poco peleados. Releo el post ¿Tú que tomas para ser feliz? Y me reafirmo en que aprender a tomar decisiones es posiblemente la asignatura más difícil de una carrera de largo recorrido, en la que la evaluación es continua.