miércoles, 19 de diciembre de 2012

El fin del mundo


Este es mi primer post escatológico. Y no, no es lo que podáis pensar, es lo que tiene utilizar correctamente la lengua española (consultar escatología1 en el diccionario de la RAE).

Anda todo el que se ha abierto una ventana al mundo de las redes sociales filosofando acerca del fin del mundo. Que si la NASA ha dicho que es imposible, que si ya va siendo hora, tal y como estamos… Incluso he leído una despedida inédita de una exdirectora de revista tranquilizando a las masas porque la predicción del fin del mundo se refería exclusivamente a ella. Importe o no, a mí me encantó leerla, y le doy las gracias a Pablo Herreros por hacérnoslo llegar en Comunicación se llama el juego.

La profecía tiene pocas evidencias escritas, apenas una tabla en el monumento 6 del enclave arqueológico de Tortuguero que está parcialmente dañada, y que se refiere al fin del ciclo Bak'tun 13. Rebuscando, encuentro en un artículo de National Geographic, que lo que pone en la tabla es un recurso poético más que una profecía:

"on the 21st of December 2012, the god is going to come down and start a new cycle and the old world is going to die and the new world is going to be reborn"

O tirando del recurso fácil de la Wikipedia: 

Será el fin del mundo de materialismo y destrucción en que vivimos y el inicio de una nueva etapa de respeto y armonía.”

Es decir, que se refiere más bien a un fin del mundo tal cual lo conocemos, y al inicio de una nueva etapa. Pues ya nos va haciendo falta (pienso yo...)

Para mí, es particularmente fácil creer. Solo que con una antelación entre dos mil y seiscientos años, es sencillo cometer un pequeño error de cálculo. Según los más catastrofistas, el mundo terminará entre el 21 y 22 de diciembre de 2012. En mi caso el mundo, tal cual lo concebía, se terminó exactamente un año y un mes antes. El 22/11/11 (11/11/11 + 11 días). Si hay algún experto en numerología por la red que se manifieste.

Nada de eso de que tu vida pasa por tu cabeza en cuestión de segundos. Te empotras de frente con otro vehículo y ni siquiera da tiempo a eso. Los daños internos, esos que no salen en las radiografías, consecuencia del golpe, fueron mucho peores que los del coche. Como la luna fragmentada en mil pedazos, imposible de reconstruir. Sobre todo porque algunas esquirlas se desprendieron y aún a día de hoy siguen clavándose pero no soy capaz de encontrarlas.

Sin embargo, tal y como predecían los mayas, el mundo (mi mundo) no terminó ese día, aunque lo pareciera. Sólo cambió mi forma de percibirlo y experimentarlo. De hecho, puedo recurrir a una fuente tan reputada como la Biblia para explicar lo que pasó después, el inicio de la nueva etapa: en los días que siguieron a mi apocalipsis particular,”la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo” (Génesis 1.2). Muy poco a poco, se hizo la luz. “Cuando no sabes por dónde va a amanecer, abre todas las ventanas”, decía Emily Dickinson. Es la única forma de que la luz entre y comience la vida.

No hay vida sin luz. No hay vida sin agua. Hay que dejar que el agua arrastre y la luz invada para dejar de andar a tientas, y que de la combinación entre ambas surja un nuevo orden.

Para quien aún esté a la espera, sugiero celebrar el fin del mundo y dar la bienvenida al nuevo ciclo. Simplemente es, como decían REM, “The end of the world as we know it”. No lo veo tan catastrófico…