Dicen que el roce hace el cariño y que con el tiempo te
acostumbras a todo. No creo que sea cierto. Hay lugares en los que, no importa
cuántos años permanezcas, siempre te sientes de paso. Hay personas con las que
las circunstancias te obligan a convivir y con las que nunca se llega a
conectar.
Afortunadamente, en algunas ocasiones, también sucede lo
contrario. Espacios y personas que te acogen, que te hacen sentir libre (rotundamente tú, que diría Vega). Aunque apenas
acabes de aterrizar, te hacen sentir en casa.
Yo, que siempre rasco en las causas de todo, me pregunto por
qué. Y llego a una primera conclusión: depende de nosotros mismos (posiblemente
una parte importante). Porque ya se sabe, no vemos el mundo como es, lo vemos
como somos. Y más concretamente, lo vemos como estamos…
Pero no me cabe ninguna duda de que otra parte, no sé si
igual o más importante que la anterior depende de lo sale de nuestro control,
lo que no podemos modificar. Y es que ese lugar, esa persona… sean adecuados
para nosotros en este preciso momento.
Sucede en las relaciones personales, en los trabajos… hay
cosas que están hechas para uno, y otras, simplemente, NO. Podemos empeñarnos
en un principio. Intentar adaptarnos, echar a un lado lo que no nos encaja… Al final, pan
para hoy y hambre para mañana.
En un vídeo fantástico sobre la felicidad en el trabajo
se plantea una pregunta que deberíamos hacernos cada día de nuestra vida:
¿Puedes ser tú mismo en el
trabajo?
Si la respuesta es NO,
cambia de empresa,
tarde o temprano te quemarás.
Si la respuesta es SÍ
demuestra tus emociones,
positivas o negativas
transmite tus opiniones,
positivas o negativas…
¿Sólo aplicable al trabajo? Mmmm… No, desde luego que no.
Y ya que me pregunto por qué... es inevitable preguntarse
cómo. ¿Cómo damos con esa persona, con ese lugar, con ese destino profesional
que nos hace felices, que nos deja ser nosotros mismos. ¿Por casualidad? ¿Por
suerte? Sí, por ambas. Y me explico.
¿Qué es una casualidad? No es más que la coincidencia en el
tiempo y en el espacio. Esa coincidencia es efímera y puede esfumarse por no
girar la cabeza, como les pasó a Anna y Otto en la
Plaza Mayor de Madrid, o por borrar un correo electrónico sin leer su contenido
porque el remitente no había mandado nada de interés antes.
¿Y qué es la suerte? Siempre he pensado que es algo que pasa
por encima de nuestras cabezas. Tiene que coincidir que tengamos los ojos
abiertos, que en ese momento miremos hacia arriba, la veamos pasar y
voluntariamente pongamos en marcha los mecanismos necesarios para saltar,
alargar el brazo, alcanzarla y cerrar la mano para hacerla nuestra. Y es
curioso… normalmente es necesario haber entrenado muy duro antes para dar ese
salto y que sea lo suficientemente potente para llegar al punto necesario.
Muchos saltos previos en que no había resultado, salvo el propio entrenamiento.
Ayer estuve en el segundo Inspiration Day de Womenalia. Se
habló de suerte (de esa que cuando llega, te pilla trabajando), de miedos, de talento, de ilusión, de creer en un@ mism@ y en
que lo que haces tenga sentido. De tener a un compañero en la vida que te ayude
a llegar tan lejos como tu potencial permita. De muchos temas que de alguna manera ya se tocaron el año
pasado, pero para mí fue muy diferente.
Decía al principio que vemos la
realidad como somos, o más bien como somos. En mi caso, soy la misma de hace un
año. Me volví a emocionar con una madre excepcional, en este caso Teresa
Perales, disfruté de la magia y me sentí identificada con los procesos
personales con puntos de crisis de mujeres que me parecen todo un ejemplo. Salí inspirada,
ése era el objetivo, y una semillita se ha asentado en mi cabeza. Tiemblen...
Eso ha sido posible porque no estoy igual que hace un año.
Gracias a la casualidad. Gracias a la suerte. Y sobre todo, gracias a los palos que sirvieron
para construir mi puente... hoy me siento en casa. LJ.