A finales de junio estuve en uno de los eventos más
interesantes a los que he asistido últimamente: el Inspiration Day de Womenalia
Interesante por el concepto, por el contenido, por la puesta
en escena… pero sobre todo porque en los tiempos que corren es más habitual
generar expectativas que sobrepasarlas, y en este caso eso fue exactamente lo
que sucedió.
Allí encontré que gran parte de los ponentes, profesionales
brillantes y de éxito, habían pasado al menos una vez en su vida por el trance
de decidir dejar de hacer lo que estaban haciendo. Porque no tenía sentido,
porque no era su lugar, porque eran infelices... Porque las personas con
inquietudes se plantean el sentido de las cosas y no se conforman. Reconozco
que me sentí aliviada, identificada, acompañada y reconfortada. Tal vez la decisión de echar el freno de mano
para coger el volante de tu vida y decidir la ruta no sea tan descabellado.
Aunque no tengas muy claro cuál es la siguiente desviación que debes coger,
porque en realidad no tienes claro que sea uno y no otro el destino al que
quieres llegar. O si lo sabes, tal vez prefieras disfrutar del paisaje que sólo
se muestra en las carreteras que serpentean entre montañas en lugar de la comodidad de una
autopista. Con su velocidad, con su escaso desgaste. Pero también con sus
peajes y su vista aburrida.
Me inspiré, como prometía el nombre del evento, y aprendí.
Mucho. De empresarias, directivas de grandes corporaciones, soñadoras con
coraje para emprender con ojos brillantes de ilusión al hablar de su proyecto
hecho realidad, gurús de la felicidad y capitanas de barcos a los que denominan
empresas con alma.
Pero precisamente a mi alma quien llegó no fue ninguno de
los anteriores, sino la última ponente. Una chica algo más joven que yo,
embarazadísima, que destilaba paz interior y felicidad por todos los poros. 30
minutos para contarnos su vida. De pie, junto a la silla que le habían colocado
de apoyo y que no quiso utilizar.
Confieso que se me empezaron a caer las lágrimas en el
minuto uno, con el primer vídeo que puso, y aún un rato después de terminar, de
camino a casa, seguía con un nudo en la garganta dándole vueltas a todo lo que
había aprendido sobre la vida en esa media hora escasa. Pensé en la suerte que
iba a tener ese bebé por tener como ejemplo a esa madre, por absorber día a día
toda esa energía tan limpia. No creo equivocarme al pronosticar que será una
persona especial, de esas personas con magia para hacer que las cosas cambien.
Y entonces caí en la cuenta de que si esa chica es digna de
admiración, si está viviendo una vida tan plena, si es tan feliz y tiene esa
actitud tan envidiable, es en gran medida gracias a que ella misma tiene una
madre fuera de lo común. A lo largo de la jornada se había hablado de la
importancia de los mentores. De personas que creen en ti más de lo que tú
haces en determinados momentos, y que te impulsan hasta mucho más allá de lo que crees posible. No hay
mentor más poderoso que una madre excepcional.
Ahora mismo esa mujer, María Jesús, debe ser una de las
abuelas más felices del mundo (bueno… ¿alguna abuela primeriza no lo es?). Es
la abuela del primer hijo de Irene Villa.
La realidad es que ser excepcional, cuando hablamos de ser
madre, no tiene mucho que ver con lo que socialmente pueden considerarse
“grandes logros”. La vara de medir cuando hablamos de formar a seres humanos ,
a nuestros hijos, consiste precisamente en marcar la diferencia en los matices,
escuchar, respirar cuando tienes ganas de gritar, hacer especiales los momentos
cotidianos, poner una sonrisa a la dificultad, creer en su potencial. O
simplemente, estar, y dar todo el amor del que eres capaz.
Viví de cerca en el colegio el caso de una compañera con una enfermedad irreversible que se traducía en serias disfunciones del aparato locomotor. Recuerdo
cuando, camino de clase, o por las escaleras, se caía. Pasaba muy a menudo. Su
madre nunca la levantaba. Lo que hacía era estar a su lado hasta que ella se
levantaba por sí misma. La exigía más de lo que nos exigían a cualquiera y
jamás la dejó compadecerse de sí misma. Terminó el colegio, y una carrera. Hoy
tiene un puesto de trabajo, está casada y espera su segundo hijo. Tener una
madre excepcional la ha llevado mucho más lejos de lo que nadie había pensado
que sería capaz.
También he sido testigo del caso contrario. Una persona que hacía daño a todo el que la rodeaba. Intentando entenderlo (incluso los malos de las pelis tienen una historia por detrás, que les lleva a ser como son) plantear la hipótesis de que tal vez su madre no la había querido... y comprobar que había algo de verdad, que llevaban años sin hablarse.
También he sido testigo del caso contrario. Una persona que hacía daño a todo el que la rodeaba. Intentando entenderlo (incluso los malos de las pelis tienen una historia por detrás, que les lleva a ser como son) plantear la hipótesis de que tal vez su madre no la había querido... y comprobar que había algo de verdad, que llevaban años sin hablarse.
Tengo la suerte de tener una hija sana, y con capacidades
que apuntan a que será una persona muy válida. Muchas veces pienso en qué le
estaré transmitiendo. No con lo que le digo que tiene que hacer, sino con lo
que ve. Como he visto yo en mi familia. Yo no me parezco en nada a mi madre, y
no comparto muchas de sus ideas. Pero me ha hecho como soy, y creo que lo ha
hecho muy bien. He aprendido tanto y sigo aprendiendo de ella cada día...
Lo que vives en tu día a día te impregna. Lo moldeas a la
medida de tu personalidad, de tu forma de pensar, pero al final lo importante
se ancla en lo profundo. En los principios, las actitudes. Lejos del orden y la
tradición que he vivido en casa, con esa mentalidad del “para siempre” que esta
generación ya no nos podemos permitir, mi vida es ahora mismo un caos. Cojean,
por no decir que hay alguna completamente perdida, la mayor parte de las patas
que se supone que me tienen que dar estabilidad. Pero precisamente ser una
buena referencia para ella es algo que me obsesiona, no lo puedo evitar.
Hace poco un buen amigo me regaló un piropo. No lo hizo con
esa intención, posiblemente, pero me dijo lo mejor que en mi opinión se puede
decir de una persona. “Tienes algo que
no es muy común, y es que eres al mismo tiempo inteligente, y además muy buena
persona”. Si tuviera que elegir dos
cualidades que definieran a mi hija dentro de unos años, creo que serían éstas. Mi padre antepondría el ser trabajadora a la inteligencia, sin
ninguna duda. Así que me quedo con las tres. No sé si es excepcional o no, pero
quiero pensar que pueden marcar una diferencia.
PD: Éste es el link de la ponencia de
Irene Villa en el Inspiration Day. Media hora. Merece la pena.