Crear instantes
que la memoria guarde
como cobijo
Haiku
Mi padre ha cumplido hoy 75 años. Al pie del cañón, y lo que le queda. Escribí este relato para un concurso (no se me dan los concursos de escritura, qué se le va a hacer) y hoy se lo he regalado. Parece que le ha emocionado un poquito.
Cerró la puerta de la consulta con una sonrisa. Acababa de recibir un mensaje con un número de nueve cifras y la noticia que llevaba tanto tiempo anhelando.
Antes de salir, había recorrido con la vista empañada y el corazón encogido las paredes y estanterías del despacho. Diplomas, fotografías, sus enormes tomos de fisiología, su vademécum… Tantos años, tantos recuerdos, tantas historias.
Un destello nítido torció su expresión. Aquella vez que no pudo hacer nada. Ese interminable cuarto de hora de RCP, desde el desvanecimiento hasta la llegada del SAMUR. La impotencia. Esa que había sentido otras veces en su quirófano, cuando no había conseguido ganar el pulso a la implacable parca. Pero si era justo consigo mismo, eran muchas más las ocasiones en que había marcado una línea infranqueable, emulando al gran mago blanco de El Señor de los Anillos frente al balrog en el puente de Khazad-dûm: «Regresa a la sombra. NO-PUEDES-PASAR».
Siempre se tomó medio en broma medio en serio cuando su hija profetizaba: «Morirás con la bata puesta». Ahora ya no hacía falta.
Volvió a leer el mensaje para cerciorarse de que no era solo un sueño. Pero allí estaba. No había mejores manos en las que dejar a sus pacientes.
«¡Abuelo! Aquí está por fin: mi número del Colegio de Médicos. Esta misma tarde te tomo el relevo».
Subir una montaña.
Llegar al destino.
Respirar.
Recrearse en todo lo que se puede observar desde tan alto...
y desplegar las alas.
Esa podría ser una buena imagen de lo que siento al cerrar 2022. Un año que tanto me ha dado, personal y profesionalmente.
Sueños cumplidos, nuevos proyectos. Descubrimientos, encuentros y reencuentros llenos de emoción.
Energía, seguridad, aprendizaje. Salud. Mucho Amor.
(Todo lo que quiero conservar y hacer crecer).
Desde ese punto en la montaña también se aprecian mejor los nubarrones de tormenta y las rachas de aire gélido que se clava debajo de la piel. Miedo por las amenazas que no puedes controlar, ya sea cerca y lejos.
(Lo que deseo que desaparezca. Con todas mis fuerzas).
Apuramos los últimos momentos de 525.600 minutos. Como dice la canción, ¿cómo medir un año en la vida?
Hace 11 años, el 11-11-11, también era viernes.
Pedí el día, me fui a enterrar los pies descalzos en la manta multicolor de hojas de otoño en mi lugar favorito y me conecté con los cuatro elementos. 11 días después llegó el tsunami. Escribí «El fin del mundo» reclamando un numerólogo en la sala. Vuelvo a hacerlo. Entonces no lo sabía, pero mi metamorfosis estaba empezando.
Ayer, 11-11-22, empecé celebrando mi cumpleaños entre tizas y globos, y terminé soplando las velas acompañada por las personas más importantes de mi vida, con el proceso de transformación terminado.
Muchos «quién me iba a decir» en el camino: volver a enamorarme, ser maestra como mi madre, haber tenido que cambiar la danza por el pole, haber publicado una novela, hacerme un tatuaje, verbalizar que tengo altas capacidades, estar más fuerte, más rubia... Y sentir que todos esos cambios me han hecho (re)encontrarme, volver a sentirme «rotundamente yo».
https://youtu.be/3k-2RIaT6rA
11 años que se resumen en una canción que no me llenó en su momento y hoy lo cuenta todo: Requiem, de Vega.
Estoy agradecida a todas las personas que dedicaron un ratito para felicitarme, pero, sobre todo, a quienes me han acompañado a lo largo del camino de baldosas amarillas y están presentes hoy y aquí, «más allá del arco iris». Encontré mi lugar y soy «alguien en paz».
La luz tras la tormenta; eso es tu risa
Tras todas las baldosas amarillas
se hicieron magia las cosas sencillas
Trajiste la felicidad precisa
Hoy pido al tiempo que no tenga prisa
Viajar al País de las Maravillas
Quedarme siempre haciéndote cosquillas
Guardar la luz que tu mirada irisa
Quisiera atesorar cada momento
cada palabra, cada nueva idea
Donde la vida es un descubrimiento
No puedo prometer la panacea
Una vida fácil, sin sufrimiento
Mas sí un amor contra viento y marea
La vecina del tercero
hace meses que se jubiló
hoy ejerce de abnegada policía de balcón.
Los minutos se hacen horas
cuando espera después de aplaudir
la videollamada de
sus nietos que no ve hace más de un mes
Y piensa... ¿quién me ha robado el mes de abril?
¿Cómo pudo sucederme a mí?
¿Quién me ha robado el mes de abril?
Lo guardaba en el cajón donde guardo el corazón.
La pareja del octavo
se acababa de independizar.
Cuatro cajas, una mesa, internet que aún no va.
Se han parado los relojes,
siempre hay una fiesta en su colchón.
No importa qué día es
¿es verdad que se ha pasado un mes?
Suspiran.... ¿quién me ha robado el mes de abril?
¿Cómo pudo sucederme a mí?
Dime, ¿quién me ha robado el mes de abril?
Lo guardaba en el cajón donde guardo el corazón.
En las calles de mi barrio
el césped planta cara al adoquín.
La primavera desatada chapotea feliz.
Mientras tanto el parque espera
el ruido llegue ya.
El columpio sordo está
mira alrededor sin entender
y silba... ¿quién me ha robado el mes de abril?
¿Cómo pudo sucederme a mí?
Dime, ¿quién me ha robado el mes de abril?
Lo guardaba en el cajón donde guardo el corazón.