Hoy, 20 de marzo es el Día Internacional de la felicidad. Lo
decidió la UNESCO en una resolución aprobada en 2011 por su Asamblea General y
se celebró por primera vez en 2013.
La propuesta fue de Bután, un pequeño país perdido en el Himalaya y que se conoce poco. Pero si buscas Bután en Google, los resultados inmediatamente devuelven el término "felicidad". No es un mal concepto al que asociar la imagen de un país.
Hay días internacionales para casi todo, y a algunos cuesta
encontrarles el sentido. Pero resulta muy curioso que uno de los pocos
objetivos que tenemos en común todos los seres humanos, sin distinción de edad,
raza o credo, haya tardado tanto en tener el suyo.
¿O acaso conocéis, habéis conocido o llegaréis a conocer a alquien que no quiera ser feliz...?
Hoy leo algún artículo en el que se cita a "expertos en
felicidad". Hay conferenciantes que se ganan la vida (y bastante bien, por
cierto) dando pautas más o menos acertadas sobre cómo ser feliz.
Humildemente, creo que no hace falta ser psicólogo ni por
supuesto tener un PhD para tener la clave de la felicidad. Cada cual de la suya, porque me parece un
poco pretencioso dar consejos generales sobre cómo ser feliz.
Lo que sí puedo decir es lo que a mí me ayuda a serlo cada día. Sólo basta con valorar lo que
tienes por encima de lo que te falta, intentar dar más de lo que recibes y ser
consciente de que siempre hay algo que aprender de todo el mundo y que mejorar
de uno mismo. Y estar rodeado de las personas adecuadas.
Parece mucho más fácil
de lo que luego resulta ser realmente. La vida nos pone del revés a su antojo
cuando menos lo esperamos. Y nos vuelve a poner bajo la luz del sol cuando nos
habíamos acostumbrado a ver en la oscuridad. Verdad verdadera, que diría el anuncio.
El dolor y la tristeza son parte inseparable de la vida. Ya
sea porque no encontramos nuestro lugar, porque nos decepcionan aquellos a los que
queremos. Porque nos dejan... hay miles de motivos que nos alejan de la
felicidad.
Pero hay una fuerza que nos ayuda a sobrevivir al Pantano de
la tristeza (ya lo mencioné en Ángeles y Demonios), y es la determinación de
ser feliz.
La felicidad no es un estado permanente, pero las personas
positivas intentamos poner el foco en lo bueno, saboreando cada detalle que
otros dan por hecho. Un día de sol, una cama con un buen colchón y una manta caliente,
un abrazo bien dado. Son pequeñas cosas del día a día que deberían hacernos felices.
Y por supuesto, la música. Hoy alguien ha dicho en la radio
que esto es todo un himno a la felicidad. Yo he pensado que debería ser casi
obligatorio ponérsela cada mañana.
Sí, I’m happy (am, de soy y estoy). Y que dure mucho tiempo…